domingo, 25 de diciembre de 2011

27

Para Diego Márquez

No sé por qué, pero últimamente me he estado acordando mucho de ti. Es decir, todos los días inconscientemente te recuerdo, pero ahora los recuerdos son más recurrentes y más directos. Como al principio.

Todavía tengo la imagen perpetua de tus ojos verdes profundos, todavía puedo recrear en mis recuerdos tu risa alegre, tu voz, tu sonrisa. Recuerdo al principio como te extrañaba, tu recuerdo constante me perseguía inconscientemente y la tortura de tus memorias invadía mi mente, invadía mi alma, me invadía a mí. Y no podía hacer nada al respecto.

Alguna vez te escribí una última carta, te la leí, te la dejé, y te lloré. Alguna vez te dije que iba a ser la última vez que te hablaba, que te trataba de buscar entre el infinito. Pero, nunca hubo mentira más grande que esa.

No te quiero cansar diciéndote siempre lo mismo, pero ¿Qué más puedo decir? No encuentro más. No encuentro nada más que seguirme lamentando. ¿Lamentar qué? No lo sé, tu pérdida tal vez, una pérdida en la que yo no tuve nada que ver.

No sé si te hayas dado cuenta, pero desde entonces nunca más te he vuelto a visitar. ¿Seré cobarde? A lo mejor trato de evitar la nostalgia.

Bueno, me despido de ti como tantas otras veces, deseándote lo mejor como siempre. Espero que donde quiera que estés, no nos hagas caso. A veces es más lo que aparentamos que lo que de verdad sentimos, conel tiempo lo podremos superar. Como según yo, ya lo hice.

No sabes cuánto te quiero, cuánto te quise y cuanto te querré. Por favor, cuídame como lo has hecho todo este tiempo.

-M. Zérega

P.D. Sigo pensando que tienes el nombre más bonito de todos.
P.D.D. No sé cómo hacerte llegar esta carta.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La Damisela

El otro día, me pude di cuenta de que te encontrabas en una relación…
¡No sabes cuánto gusto me dio! Espero que por fin encuentres a alguien que te aguante.

Al final cómo me desesperabas. Eres muy dulce, y eso me gustaba; pero en ocasiones demasiado débil, y yo… yo puedo ser cariñosa, pero también soy cruel.

Aunque me ayudaste a descubrir una parte de mi personalidad que no conocía, me enseñaste a ser dulce, incluso en ocasiones tierna.

Pero, en vez de ser el aventurero caballero que va a rescatar a su amada… yo era el príncipe azul, y tú la damisela en peligro.

No sé si lo hacías para llamar la atención (porque francamente, estabas un poco falto de cariño), o así eres tú. Nunca lo supe y nunca me importó.
Ya estaba harta de escuchar tus problemas, de que siempre ‘lo supieras todo’, y que según tú; me conocías demasiado bien. ¿Sabes? Ni siquiera yo me conozco, así que tú no sabes nada. Por eso te dejé de querer.

Porque no sé si fue obsesión, o de verdad te amé; pero de verdad me importabas mucho, y te quería. Pero éramos tan iguales en forma de pensar, pero tan diferentes en personalidad que al último resultaba harta de ti y tú siempre terminabas llorando.
Y me resultó peor. De todas formas esto ya no funcionaba y tú seguías rogando con esperanzas aunque te dijera la cruel realidad. Seguías intentando revivir algo que ya no tenía remedio.

Eran muchos factores en contra, de hecho todos estaban en contra y solamente uno a favor. Y tú mismo hiciste que fuera el que derrumbara todo.
Espero que seas felíz, muy felíz. Tanto como dices que fuiste conmigo, incluso más. Deseo con todo mi corazón que me olvides, aunque tú digas lo contrario. Pero sobre todo espero que encuentres un amor, un amor que esté contigo siempre y te sepa sacar adelante; no alguien egoísta como yo, a quien le dejó de importar el bienestar ajeno hace mucho tiempo.

El Cascanueces

De pronto, miré mis pies. Tenía mucho tiempo que no les ponía la más mínima atención. Los miré y me sorprendí. En mi mente tenía el recuerdo de haberlos visto lastimados, a veces incluso con sangre y llagas. Ahora no miraba el menor indicio de todo el esfuerzo que se depositaba en ellos; solamente al tratar de poner mi pie en pointe como antaño lo hacía, volví a ver su antiguo carácter. Aún mantenían su fuerza y su postura. Me emocioné.

Tras calentar con la rutina que ya sabía de memoria por tantos años y que no había traído de mis recuerdos desde hacía mucho tiempo, fui por mis adoradas zapatillas de pointe.

Me puse mis punteras de goma, ya un poco viejas y usadas; y mis zapatillas desgastadas por el uso, que enredé alrededor de mis tobillos, con la rutina que ni necesitaba repasar; y las anudé en un moño, como lo hacía antes.

Puse mi canción favorita: ''El Cascanueces'' de Pyotr Tchaikovsky, y me puse a bailar.
Aún recordaba todos los pasos, todos los tiempos, todas las marcaciones. Aún sentía la música, hipnotizante que se transfería a mis pies, que por falta de práctica no soportaban ya el esfuerzo. Mis pies me dolían, pero yo seguía, como si nada pasara. Jamás me he sabido dar por vencida y ¿Por qué iba a hacerlo ahora? ¿En mi propia casa? No, tenía que continuar. La música dio su última nota y yo terminé en mi paso preferido: el arabesque.

El dolor era muy fuerte, me quité mis zapatillas y revisé mis pies rojos, cansados e irritados. Ni modo- Les dije- Bienvenidos de nuevo al trabajo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Sin Título

Ésta sensación me está matando, lenta y sigilosamente. No sé que sea, ni lo quiero saber. No vaya a ser que esto me ataque con más fuerza.

Es una enfermedad. La enfermedad que causan mis noches de insomnio al estar pensado que pasaría. Ahora me miro al espejo y miro las manchas purpúreas bajo mis ojos, producto de pensar en tí en el momento menos indicado.

Debo de decir, que llevo varias noches en vela, dándole vueltas al mismo asunto. Es un poco extraño, porque jamás me había pasado nada parecido… y espero que no me vuelva a pasar.

Entre más pienso, menos coherentes van siendo mis pensamientos, menos se entrelazan las ideas y poco a poco mi mente comienza a divagar. Éste frío interior que siento desde hace tanto, se vuelve más cruel y cortante al pensar en todas aquellas cosas que pudieran suceder, fruto de mi mente perversa y mi corazón masoquista.

Es una ilusión, todo en lo que creo no existe. No hay nada concreto, no hay nada dicho. ¿Estaré perdiendo el juicio? Me he contradicho no sé cuantas veces, me confundo con mis propias palabras… ya ni sé que quiero decir, que quiero hacer, que quiero pensar.
¿Será acaso que necesito un poco de la vida real? Me he estado aislando tanto del mundo en el que vivía, he llenado mi mente de tantas imágenes irreales, que a veces siento que no encajo en mi propia vida. Si tratara de incorporarme a mi viejo mundo, cierto es que me vería un poco en problemas. Si bien, yo misma lo creé, nunca encajé del todo bien. Y nunca me importó hacerlo.

Aunque antes me fastidiaba tanto, de vez en cuando extraño la sensación de cansancio a la mañana siguiente, el maquillaje negro mal lavado alrededor de mis ojos, mi cabello enmarañado y la ropa impregnada de todos los tipos de humo posibles.

Ahora es el mismo cansancio, pero sin ese espectáculo de personajes vacíos y superfluos del que solía rodearme, compitiendo siempre como animales salvajes. Ahora, solamente cuenta con un único personaje, que a veces es tan imposible que haya coincidido en mi vida, que en muchas ocasiones dudo de su existencia.

- M. Zérega

lunes, 19 de diciembre de 2011

Casino Badia.

El ambiente lleno de humo, de risas, de gente de todos los lugares, de todos los idiomas se reunían en este punto. Y yo, preso de la fascinación de un nuevo mundo, hipnotizado por el centelleo de las lentejuelas y el vaivén de telas vaporosas; me sentía como si hubiera sido transportado a otro mundo, un mundo de exóticos placeres, donde todo lo prohibido era bienvenido, donde el exceso al que estaba acostumbrado, era lo más normal del mundo; siempre manteniendo una inimaginable sofisticación, tan extraña como exótica.

De repente la audiencia calló, desde el micrófono la voz del locutor decía unas palabras en una lengua extraña para mí. El público comenzó a aplaudir, sucedido de un súbito silencio. Sólo se escuchó a la voz que decía ese nombre que cambiaría mi vida: ‘’Samia Gamal’’

Entre el silencio y la multitud solemne comenzó a sonar la orquesta, una orquesta llena de sonidos nuevos y desconocidos para mí, que llenaban mi espíritu de libertad y a la vez de misticismo. Pero ahí no paró todo, lo impactante fue cuando miré aquella figura salir, con su caminar felino y su belleza ancestral. Era Samia.

Envuelta en un velo rojo apenas se lograba distinguir su rostro, del que solamente dejaba a la vista sus ojos, y entre la tela translúcida se delineaba la figura de su cuerpo. Caminaba como lo hacen los tigres cuando acechan a su presa, miraba como un águila con un punto fijo dentro del paisaje infinito de gente.

Comenzó a moverse, lentamente mientras deslizaba el velo por su figura y se iba descubriendo poco a poco el brillo de las lentejuelas que adornaban su vestido. La música sonaba, tranquila, hipnotizante y misteriosa llenaba el ambiente envuelto en el humo de mil hookahs que se arremolinaban alrededor de su cuerpo, que se movía con el encanto de una serpiente.

Yo, la miraba extasiado, hipnotizado con las olas que formaba aquel velo, con su cabello ondulado que acariciaba sus hombros. Viendo su rostro moreno de labios gruesos y rojos como un higo recién abierto. De pronto, sus ojos negros de largas pestañas se clavaron en mí, mientras su velo rojo flotaba sobre su cabeza y su falda vaporosa se enredaba entre sus piernas.

A partir de ese momento, nada volvió a ser igual. Fue un hechizo el que ella me dejó. No podía hacer otra cosa más que verla, brillando entre lentejuelas, bailando de un lado a otro. Era la reina del lugar.

La música paró, ella hizo una reverencia y una sonrisa se dibujó en sus labios mientras salía entre aplausos, silbidos y flores. Y así, dejó el escenario repleto de soledad y a la gente hechizada, seducida.

Al ser ella el último espectáculo de la noche, me tuve que ir. Salí y me senté en el sillón de mi habitación de hotel en el centro de El Cairo. Escuchaba el sonido de los carros ir y venir. Mi avión salía en la mañana.

Regresé a mi hogar. Más bien a mi casa, mi hogar se había quedado en el otro lado del mundo. Todavía sentía el olor del sándalo y el narguile en mis ropas, todavía escuchaba el sonido de la darbouka, el riq y lo zaggats de las bailarinas en mi mente. Mientras mi corazón solo pensaba en cuando volvería a verla, en cuando mi destino me volvería a llevar al Casino Badia.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La Imagen de un Desconocido

Ni siquiera sé su nombre, pero cuando sus ojos negros, negros como la noche y profundos como el mar se fijaron en los míos, entre aquella multitud de personas que iban y venían; fue como si lo conociera de toda la vida.

Era como si ambos nos conociéramos de mucho tiempo atrás, tanto, que no recordábamos fecha alguna. Pero no, su rostro, sus ojos, jamás los hubiera olvidado. Jamás.
Y miré su silueta llegar desde aquél pasillo a lo lejos, sumergido entre el océano de gente, pero de entre aquella multitud, sus ojos negros me llamaban desde el otro lado del lugar.

Yo, entumida y recargada en la pared de un local comercial, lo miraba desde lo lejos, como al caminar, jamás separaba su vista de mí. Y es que aunque sentía sobre mí muchas miradas mas, la de él fue la que llamó con más fuerza la atención de mi mente concentrada en mirar al vacío. Mi cuerpo temblaba, y me intentaba de abrigar con mis propios brazos, tratando siempre de evitar que mis labios, blancos y con sabor a sangre, siguieran temblando por el frío.

Él, caminando entre la gente, cual Moisés entre las aguas, envuelto en sombras, seguía con su siempre mirada fija, segura y a la vez tímida. Agachando su cabeza de vez en cuando, tal vez asustado por la gran atención que le prestaba. Sus ojos negros, contrastaban con el blanco de su piel y el rubio de su cabello, escondido bajo su abrigo. Sus manos en los bolsillos y el metal adornaban sus labios finos.

Pasó, a mi lado intentando mostrar indiferencia, que por supuesto de indiferencia no tenía nada. Y así, se marchó por aquél callejón y yo lo seguía, hasta que desapareció de mi vista. Como buena masoquista que soy, volteaba, de vez en cuando con la esperanza de volver a verlo.

Y volvió a aparecer, tan repentino y misterioso como antes. Y así como apareció, desapareció entre la gente.

No me preocupo, sé que nos volveremos a encontrar.

martes, 13 de diciembre de 2011

Carta A Un Danzante II

Siempre es lo mismo. ¿Es acaso cobardía? Jamás te podré comprender. Eres tan igual a mí, que resultamos siendo demasiado diferentes.

Siempre, siempre me dejas con tantas dudas en la cabeza, tantas sospechas, el corazón intrigado e incluso lágrimas de desesperación a punto de caer por mis ojos. ¿Qué te hace ser así? ¿Acaso eres tú el temido Karma? Siempre me haces sufrir demasiado, me dejas con tantas inseguridades, tantas preguntas en mi mente, que a veces dudo si lo que imagino en realidad es lo que iba a suceder.

Siempre me haces sufrir lo que sé que hice sufrir a otras personas. Siempre te hago sufrir lo que tú me haces sufrir a mí.

¿Qué hubiera pasado entonces? Si hubiéramos continuado nuestro camino, si jamás nos hubiésemos encontrado contratiempos; si no nos hubiéramos separado, si aunque te seguí por unos instantes; al continuar mi destino tú no me seguiste. Si me hubieras acompañado en mi camino, como tantas otras veces lo has hecho.

Pero, aquellas veces aunque aparentabas seguridad, he notado que titubeabas, que algo me querías decir o que algo querías hacer que no lo lograbas, no encontrabas el valor o no conseguías continuar. Yo sé que era, más no me atrevo a confesártelo, tú sabes que entre ambos creamos una guerra de orgullo más grande que dos emperadores que presumen de sus riquezas.

Descifrar tu pensamiento, es más confuso que seguir las gotas que deja una ola después de haber roto su trayecto sobre una piedra. Descifrar tu pensamiento a la vez es demasiado fácil, porque si lo pensamos bien, tú y yo somos demasiado parecidos.

¿Por qué me dejaste sola aquella mañana? ¿Por qué no te atreviste a partir conmigo? Me dejaste demasiado decepcionada, demasiado intranquila, me dejaste abatida y sola en el asiento de un camión.

Pero es que es imposible, jamás podré verte a la cara y no ceder ante ti, jamás podré resistirme a tu encanto y tu picardía, por eso te evito tanto. Así como te conozco lo suficientemente bien para saber que por el mismo motivo son pocas las veces que me miras a los ojos, que hay días que no te apareces y sacas astutas excusas que con tus artimañas hacen que pases ileso a las consecuencias de la irresponsabilidad.

Y lo reitero como otras veces, no es amor el que sentimos. Es el deseo de tenernos el uno al otro, es la ambición de querer resultar ganadores de esta competencia. Es la adicción que tenemos de recolectar almas. Es el anhelo de tener ese corazón, que tanto uno como el otro desea, ese corazón altanero y caprichoso que tenemos. La manía de siempre querer tener lo imposible, nuestro afán de resultar gloriosos del reto.

No podemos mantenernos enteros mientras estemos juntos, porque caemos presos de nuestros juegos, porque somos esclavos de nuestros deseos, porque no podemos estar tan próximos porque tarde o temprano uno de los dos caería rendido. Y tú jamás aceptarías una segunda derrota.

- María

lunes, 12 de diciembre de 2011

Inspiración Nocturna

¿Por qué me atacas de esa manera noche tras noche? Desdichado sea mi sueño del que privas, oh insolente inspiración.

¿De qué modo te atreves a jugar con mis pensamientos mientras me desvelo acostada en mi cama? Siempre me atacas cuando estaba punto de ceder a Morfeo, y me obligas a sentarme, recargada en la pared; a visualizar perpetuamente la pared adornada con telas verdes.

Siempre me atacas, insolente inspiración, cuando me encuentro cercana al sueño que mi cuerpo cansado, reclama. Pero el frío me azota tiranamente, y yo; ignorando tus súplicas, me envuelvo entre mis telas de suave y tibio tacto.

Cuántas ideas no han surgido, y cuántas mas, muchas más se han perdido entre mis sueños y el testarudo frío que no me deja plasmar sobre ningún papel aquellos brotes de poesía de sin razón alguna emergen de mi imaginación.

Dime inspiración, ¿cuántas veces más jugarás con mi memoria? ¿Será acaso que solamente dejas en mis recuerdos las ideas que de verdad valen la pena? ¿Será acaso que te gusta hacerme pensar y pensar en la mañana que fue lo que mi mente maquinó la noche anterior? Jamás te entenderé, inspiración seductora.

La Odalisca

Odalisca me llaman, a mí y cien mujeres más. Viviendo entre paredes, siempre hemos de estar. Aquí nací, aquí crecí y aquí pereceré.

Odaliscas nos llaman, mas la gente de fuera nos llama esclavas. Jamás he salido de este encierro, entre paredes de mármol y mándalas vitral he crecido. La luz del sol jamás la he sentido, solamente la que se filtra por las ventanas es toda mi luz y la tierra bajo los pies es solamente un mito.

Más, al contrario de otras ¡ni siquiera me atrevería a pensar en escapar! ¿Qué haría allá fuera? No sé hacer nada más que servir a las concubinas del sultán, aquellas que se creen demasiado por tener un lugar especial, las que creen que pueden ser sus esposas pero saben que como todas, moriremos siendo usadas. ¿Para qué escapar? Si no sé hacer nada. Criada como simple esclava siempre he sido. No poseo ni belleza, ni talento fenomenal.

Sé que aquí moriré, se que jamás saldré. Así que ¿para qué pensar en salir? Como otras ilusas que piensan que afuera es un lugar mejor. Yo sé que siempre es la misma historia, serán esclavas en cualquier lugar al que vayan. Siempre me lo han dicho, somos mujeres y no valemos nada. Mejor me quedo aquí, donde hago lo único que sé hacer, donde estoy en un lugar que conozco, donde aunque nuestro amo jamás conozca mi nombre, aunque jamás se dé cuenta de mi existencia, tendré un lugar donde vivir.

Sí, soy una esclava, esclava de las esposas y de las concubinas. Aquellas que tuvieron la suficiente suerte para ser unas prostitutas. Las más listas consiguieron salir preñadas, y en esposas del rey se convirtieron. Aquellas que se les sube el ego, aquellas pocas que resaltan entre las cientos de esclavas más, las que llevan mejores ropas y hermosas joyas. Que tienen una alcoba para ellas solas. Pero, ¿qué consiguen con esto? Jamás saldrán de aquí, y como todas las demás siguen siendo presas en una mansión. Las que entregaron su cuerpo y en objetos de placer se convirtieron. Las que destacan con sus talentos, ¿para qué les sirve esto? El jamás se aprenderá sus nombres, y si suerte tienen lo verán más de una vez.

Odalisca me llaman, condenada a la muerte. Sin nada que hacer más que vivir entre velos, entre perfumes y la desdicha del miserable castillo de falsas opulencias.

jueves, 8 de diciembre de 2011

La Visita

¡Pero hace cuánto tiempo que no te veía! Te noto diferente, ¿acaso has cambiado tu peinado? Bueno, me gusta mas así, te queda muy bien. Mira que sorpresa me has dado, cuando recibí tu mensaje sinceramente no creí que fueras a venir, al mirarte por la ventana supe que hablabas en serio.

Tenías muchos días diciendo y diciendo que me querías dar un regalo, tal vez meses. Y ahora, de la nada llegas. En la mañana, cuando me dijiste que te encontrabas cerca, sinceramente te evité y no fui hacia dónde estabas. Pero, al parecer, eres más terco que el destino, que hasta a mi casa llegaste a parar.

Me da mucho gusto verte, aunque como de costumbre, no te saludo. Un simple vicio que tengo para incomodarte. He cambiado, y noté que me comportaba diferente a como de costumbre, era más amable contigo y te miraba diferente a los ojos. A veces, como siempre, siempre lo hago y no me gusta para nada; con ese tinte de arrogancia en la mirada y ese orgullo altanero que hace tu voz temblar y tu mirada caer. Pero me encanta ponerte nervioso.

Me platicaste de cosas mundanas, conversaciones sencillas pero que siempre encierran una gran profundidad aunque ‘’no te des cuenta’’. Me gustó mucho verte el día de hoy, tenía muchas ganas de estar contigo de nuevo aunque no lo aceptara. Me encanta ver tu cara, de sonrisa infantil, sincera y mirada alegre e inocente. Que esconden muchísimo sufrimiento detrás, y una vida llena de amargos antecedentes.

Como siempre, me hacías reír, tanto o más que otras veces, porque esta vez no me encontraba tan a la defensiva que en otras ocasiones. Ahora, simplemente me dejaba llevar y disfrutar de tu presencia. El helado clima y el vapor que salía de nuestra respiración era un motivo de diversión y eso no impidió que estuviéramos largas horas conversando sentados en el asiento de tu motocicleta y más tarde hasta tirados en la banqueta.

Me acordé mucho de antes, cuando recién nos conocimos. Cuando hice sufrir a personas que quería tanto solamente para estar contigo. Cuando tantas veces dejé lo que consideraba correcto para escaparme a tu lado y sentir la adrenalina. Recordé todos esos castigos y todos esos lugares que recorrimos sin que nadie supiera. Me enseñaste trucos de magia, me enseñaste a reparar un automóvil, te miré en tus mas alterados estados de conciencia y aunque siempre terminara enojada y sin querer saber nada de tí, siempre estaba ahí, cuidándote desde lo lejos, siempre desde muy lejos; para que pensaras que no me importabas.

Muchas gracias por mi regalo. Siempre has sabido exactamente qué me gusta, aunque tu digas que no. Sabes que debajo de mi aura de orgullo se esconde una niña pequeña, que se emociona cuando le cuentan una historia y que aunque es difícil hacerla reír, siempre está esperando que le cuenten un nuevo chiste.

Debajo de la imagen de tonto que te gusta crearte, se esconde una mente demasiado lista, tan listo eres; que siempre sabes encontrar mi punto débil. Por ejemplo ahora, que me recordaste viejos tiempos, que me regalaste tu aroma en un juguete de fieltro, que te sabes ganar mi corazón siempre aunque jamás te lo haya demostrado más que unas cuántas veces.

Al final, a los dos nos costó mucho trabajo despedirnos. Fue como los viejos tiempos ¿recuerdas? Que no queríamos que pasara el tiempo.

Hace más del año y medio que inició y finalizó nuestra historia, pero al parecer no importa el tiempo, no importa lo que pase, tú la quieres seguir escribiendo. Y me agrada eso, porque aunque no quiera, yo también quiero que continúe.

Me dejaste muy preocupada, ¿a quién se le ocurre irse en un camino tan largo a oscuras? Estás loco mi amigo, o lo que sea que seamos. Afortunadamente ya me dijeron que llegaste con bien a casa.

Al despedirnos, sinceramente no sabía qué hacer. Ni tú tampoco. Con un abrazo tan corto como el destello de un trueno, sentí como todo aquél cariño regresaba de nuevo. En mi oído sentí tu voz que vibraba al desearme un melancólico ''Felíz Navidad''. Y como después te alejabas entre el polvo, la brisa y la oscuridad.

Por favor, no quiero verte pronto. No quiero sufrir de nuevo, aunque tu digas que has cambiado y que tus hábitos también. Por favor, vete antes de que vuelva a tu lado, y vuelva a sufrir tanto como antes… Por favor vete, que no me quiero enamorar otra vez de tí.

domingo, 4 de diciembre de 2011

La Soberbia

Ven, te tengo una invitación. ¡Vamos! No tengas miedo, no es nada malo, ni para tí, ni para mí. Al contrario, nos beneficiará a los dos.

Te propongo un trato, te propongo un reto. Te invito a redescubrirnos, a caminar por el desierto. A correr descalzos y a ayunar por completo, a vencer los miedos, a vencer el hambre. A buscar los caminos que alimentan el fuego de nuestra sangre. ¡Ven! Apartémonos del mundo, sin miedo, sin ningún temor. Como desterrados en la selva dormiremos, solo acobijados por la luna, las estrellas y nuestros cuerpos. Nos despojaremos de nuestras mentes, nuestro espíritu elevaremos, alcanzaremos el anhelado nirvana. Buscaremos la salida, a esta fiebre de obsesiones, comeremos solamente nuestros pensamientos, nuestras meditaciones.

Ven, te invito a despojarnos de toda materia, te invito a redescubrir de nuevo el mundo. Nuestra mente viajará por recónditos espacios, reinventaremos el tantra, nunca volveremos sobre nuestros pasos. No habrá tentaciones que nos distraigan, porque justamente viviremos en tentación. Daremos la vuelta al mundo invisible, alcanzaremos a Brahma y Shiva nos temerá tanto que jamás tratará de hacernos la vida imposible.

¿Por qué en vez de hacer que pase el tiempo no vienes conmigo? Te prometo la vida eterna aunque sea unos instantes, te prometo enseñarte que hay más allá de éstos escaparates. Te enseñaría que nos hace humanos, te enseñaría que nos hace ser. Trataría de que siempre estuvieras felíz, que tu meditación se mas armoniosa que un obelisco, jamás viviremos entre paredes y siempre estaremos unidos. Nunca conoceremos a Kali, más bien se inclinará ante nosotros y Kama nos acogerá como sus aprendices que somos.

Así que… ¿Vienes?

jueves, 1 de diciembre de 2011

La Existencia

El humano común, como nosotros trata de comprender su lugar en el mundo y su razon de existir; cuando la mejor manera de saberlo es nunca pensarlo. Y la gente que jamás se lo pregunta y solo es, es la que de verdad le encuentra sentido a la vida. Y ese es el verdadero humano extraordinario.

Me apasiona la ciencia, pero; bueno, a mi punto de vista, porque yo tengo una fé, aunque no fanatizada, simplemente una fé. Siento que la ciencia es el triste intento de comprender la grandeza de un ser que jamas conoceremos, aunque sea no mientras estemos vivos, eso cambia depende la ideología de cada quien.

Pero, no le demos tantas vueltas al asunto y simplemente vivamos, que por eso fuimos creados y como diría Saúl Hernández: ''Mira que la vida no es eterna, en cualquier momento nos olvida.''

Sin Título

Siempre camina mirando hacia enfrente, incluso aunque te estén jalando tus ropas intentando detener tu camino.

No hay peor abismo que la derrota, ni mejor victoria que el haber triunfado y sobrevivido.

Pero, aún así; nunca te conformes con simplemente sobrevivir, confórmate cuando mires que no pudiste haber logrado
mejor resultado; siempre tratando de dar el máximo.

Hay que ser triunfadores y jamás conformistas.

Somos jóvenes, tenemos toda la energía y toda la vida por delante.
Somos jóvenes y tenemos la fuerza, tenemos ideas y tenemos actitud.
Somos jóvenes y juntos lograremos el cambio que tanto quisierron las generaciones anteriores.
Somos jóvenes, vivamos el momento pero siempre pensando en el futuro.
Somos jóvenes necesitando experiencias.

Entonces, ¡vivamos!
Logremos el cambio, logremos una revolución, cambiemos el mundo, cambiemos el control.

El Oceano

Mi respiración ya no existía, era mas bien un nulo intento de continuar con un viejo hábito.
Mis ojos ya no veían mas, ahora observaban todo lo que a mi alrededor sucedía.
Miraba a la luz triunfante sobre la oscuridad de la noche.

Veía como El Sol naciente se extendía por sobre nuestras cabezas,
Y como todo aquello en lo que creía no era mas que una vana sombra de lo que de verdad es.

Ya no conosco el frío,
Ya no conosco la enfermedad,
Ahora conosco La Paz. Ahora sé que es La Verdad.

Miro el horizonte de infinito azúl de movimiento.
Miro aquella danza de vida,
Siento el aire que revuelve mis cabellos y acaricia mi piel.
Y por fín comprendo para qué estamos hechos.

Escucho la música de vida que crea la orquesta de las olas.
En ningún momento jamás nada se repite,
Mientras me sumerjo en aquél océano de pensamientos,
Recuerdo los orígenes,
Recuerdo el comienzo.

Por fín comprendo para qué estamos hechos.

Al Lado del Camino

Al lado del camino me encontraba, de pie, esperando.
Carros y más carros pasaban, yo siempre mirando por donde el camión debía de llegar.
De pronto una señal me dijo que volteara, y así miré esa mirada.
Fue un automóvil del color de la noche, del color de lo más oscuro del mar.
Fueron unos ojos tan intensos que desde lejos me llamaron.
Fue exageradamente extraño, fue exageradamente extra normal.
Pero era la mirada tan profunda de aquél hombre, que su rostro jamás podré descifrar.
Entre aquella gorra negra y su cabello rizado y oscuro se asomaban aquellos ojos de inquietante estupor.
Nuestras miradas por una centésima de segundo se encontraron y el al percatarse volvió su mirada hacia el camino.
Yo seguí el rastro de aquel automóvil color de antes del amanecer. Lo seguí hasta que desapareció entre la brisa del sur.
Yo seguí parada al lado de aquél camino, con aquella nube baja rociando mi cabello y aquél frío que inmovilizaba mi cuerpo.
Pero siempre, siempre recordando aquellos ojos negros como el espacio, infinitos como el cielo y profundos como el mar, en aquél rostro de marfil, que jamás podré descifrar.

La Curiosidad

Siempre me han llamado mucho la atención las personas desconocidas, las personas extravagantes, de mirada solitaria y muchas historias por contar.

Sobre todo, me encanta registrar y escribir mis encuentros con esas personas. ¿Por qué? No lo sé, pero si en este momento me pusiera a indagar en los archivos de mi celular, en el que me la paso escribiendo noche y día después de haber vivido una situación que considero importante, me encontraría con cientos y cientos de relatos; del desconocido que se ofreció a pagar mi pasaje, del niño que me miraba cuando cruzaba la carretera, de la joven que conocí en el mercado y se convirtió en mi amiga, etc. El mundo, y sobre todo su gente y su forma de pensar es de lo más interesante que puede existir. ¿Qué pensarán? ¿Qué vivirán? No lo sé, y no me incumbe. Pero aún así jamás se me podrá quitar mi manía de hacerle plática a los extraños y, curiosamente, que los extraños se acerquen a mí.

Nunca me he considerado alguien necesariamente convencional, pero ¿Qué mas dá? NADIE, absolutamente NADIE es convencional, así que, ¡Para qué estresarnos tratando de encajar! Vivamos, y seamos nosotros mismos siempre.

Nunca sabes a qué intento de escritora loca te encontrarás en la calle, nunca sabes que podría escribir sobre ti.

Yo no le escribo al amor.

Yo no le escribo al amor.
¿Para qué? Si nunca lo he sentido
Si jamás he correspondido a nadie
Si jamás me he enamorado de verdad.

Yo no le escribo al amor.
¿Para qué? Si no lo busco
Y si, ha habido quien lo ofrezca.
He intentado, pero jamás lo he sentido.

Yo no le escribo al amor.
Sólo conozco la atracción,
La atracción que solo dura 3 minutos.

La atracción que rápidamente se desvanece,
Al ver que la víctima caía rendida a mis pies.

Yo no le escribo al amor.
¿Para qué? Si no lo quiero.
¿Para qué? Si no lo necesito
¿Para qué? Si en verdad… en verdad me da mucho miedo.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

400.

No puedo recordarlo, ni siquiera haré el esfuerzo porque no quiero, porque no lo quiero recordar.

Lo que sí recuerdo bien, era el contacto de su piel, el calor de su cuerpo, y su respiración que chocaba con la mía. Lo recuerdo bastante bien. Recuerdo los rayos de luz del atardecer que entraban, rojizos por la ventana, y el suave crujido del movimiento. Todo esto lo recuerdo muy bien. Y… ¿hace cuánto de esto? Hace unos dos, tres años quizás… incluso más creo. No sé, jamás me ha gustado hacer cuentas del tiempo, jamás me ha gustado ese concepto. Así como tampoco conté las horas que estuvimos juntos. ¿Cuántas fueron? ¿Dos?, ¿Tres?, ¿Seis horas? Eso tampoco lo recuerdo.

A veces, en mis noches de soledad, todavía siento sus manos sobre mi espalda y sus labios sobre mi cuello. Todavía recuerdo como me gustaba hundir mis manos en su cabello y como cada vez todo se convertía en un caos total. ¿La música? No la recuerdo, creo que era aquél ‘Reign In Blood’ que jamás terminamos de escuchar, aunque fácilmente pude haber dado unas 7 repeticiones. Sólo recuerdo su voz que me repetía una y otra vez aquellas palabras, y mi voz que ahogaba la suya.

Después de ahí, nada. Incluso a veces me cuesta trabajo recordar su nombre, y me es casi imposible reconstruir su rostro entre mis recuerdos.

Pero lo que sí recuerdo bien, fue como después de tantas horas, se quedó dormido. Le di un suave beso en la frente y me fui.

Para entonces ya era de noche. Mi carro generó un ruido estruendoso al prender, y temía que se despertara y me descubriera. Así que me fui a toda velocidad, y me marché a aquél café al que nunca había ido. Borré su número de mi lista de contactos, borré todos y cada uno de sus mensajes y correos. Eliminé cualquier rastro de su existencia y evitaba a toda costa encontrarlo.

Me fui dos semanas a algún lugar que jamás imaginaría, esperando olvidarnos mutuamente. La verdad, al día siguiente ya no me acordaba de él, yo ya me encontraba muy lejos, en un lugar muy muy lejos de ahí.

Jamás volví a saber nada de él. Y, solamente en mis noches más solas, recuerdo las luces del crepúsculo que adornabas su ventana, y el calor de nuestras almas elevadas. Después de ahí, nada.

martes, 29 de noviembre de 2011

Carta A Un Danzante.

No tengo idea de cómo comenzar esto. Bueno, si sé; pero no sé cuál de todas las opciones utilizar.

Empiezo a arrepentirme. Todavía recuerdo aquella carta hace un año exactamente. Aún recuerdo mi respuesta. Fue un poco cruel ¿no es así? Bueno, me he dado cuenta de que soy muy cruel, sobre todo cuando se trata de corazones ajenos, incluso con el mío propio. Sinceramente tenía miedo. Miedo de mí. Lo que te dije, era una mentira a medias. Era… ¿Cómo decirlo? ¿Una excusa? Un simple pretexto para distraer tu atención. Pero cada vez que recibía un nuevo mensaje con tus ruegos, aunque no lo quiera admitir, se me partía el corazón. Yo sí quería. ¿Pero qué era? ¿El orgullo acaso? No. Eran mis expectativas. Esperaba algo que no existe, esperaba una utopía. Tú eres lo contrario a cualquier ideal. Pero, ¿sabes? Eso es exactamente lo que me gusta de tí.

Hace un año y unos cuantos meses fue cuando todo pasó. Hace un año exactamente recibí aquella carta, que reflejaba el miedo en cada palabra. Un miedo justificado, y una sana prevención para aquella respuesta afilada.

Sinceramente, aunque pase el tiempo me sigo sintiendo mal, y creo que más y más mientras cada vez nos volvemos más viejos. No es que te ame. Es que simplemente esperaba y verdaderamente sigo esperando que tú algún día vuelvas a insistir. Insistir tan desesperadamente como aquella noche de invierno en la que cruelmente te me negué y me di media vuelta.

Lo puedo aclarar, no estoy enamorada de ti. Pero inevitablemente llegas a mi memoria de vez en cuando. Y siempre que me encuentro sentada en aquella cafetería, en la misma silla, en el mismo lugar y a la misma hora; escuchar tu voz a mis espaldas y escuchar el sonido de la silla que tú arrastras para colocar a mi lado, me cuesta fingir el desinterés. Es difícil contener el deseo de tomar tu mano cuando caminas a mi lado sin razón alguna, y es difícil disimular que jamás me has interesado.

Pero sabes cómo soy. Soy más orgullosa que un rey desterrado, y más soberbia que un dictador.

Aún así, quiero que sepas, que aún después de un año, me sigo arrepintiendo y me sigo culpando de aquél gravísimo error. Tu mismo me advertiste, pero es el orgullo el peor veneno para matar el amor.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Viaje.

Escribiendo en el camión, camino hacia mi casa, viendo un paisaje que poco a poco cambia; viendo el gris del cielo que se confunde con el mar, y la niebla entre los volcanes que se alzan a lo lejos con su grandeza, miro como la gente sube, como otras personas bajan; y yo siempre en el mismo lugar.

Ha pasado mucho tiempo y ni la mitad del camino he recorrido.

Pero aún así, me encanta viajar en camión, escuchar a la gente hablar en sus lenguas ancestrales me hace enorgullecerme de mis raíces, de mi cultura.

El ver la diversidad que existe y la fusión de culturas que se logra en este punto del país, de mi patria.

Veo las montañas a lo lejos, una detrás de la otra.

Veo como la escasa vegetación reverdece entre el barro de la tierra.

Veo como el desierto y el mas se unen, en perfecta armonía.

Veo como se mira la línea oceánica a lo lejos.

Veo como los grandes cultivos, llenos de su color de vida.

Veo como nuestro alimento crece.

Veo como kilómetros de mallas se extienden hasta donde alcanza la visa.

Miro a los animales pasear libremente, a los perros corriendo y a las cabras paseando.

A las vacas acostadas al lado del camino, moviendo sus colas de lado a lado como si estuvieran bailando, con su vaquero cuidando.

Miro como decenas de motociclistas, rápidos como el viento pasan a mi lado y se pierden dentro de su nube de polvo.

A los jornaleros que desde el amanecer trabajan sin descanso.

Miro a los vaqueros, miro a mi gente paseando en sus caballos, con su indumentaria tan peculiar, y me hacen sentir que de verdad estoy en casa otra vez.

Veo como todo en conjunto logra el equilibrio perfecto, miro como todo es trabajo en equipo de la naturaleza y las culturas que crea el hombre.

Miro los pinos, miro los árboles, miro a las hierbas silvestres que crecen con humildad y sus pequeñas flores que alegran el paisaje.

Miro el paisaje desértico que caracteriza a mi lugar, llego a mi pueblo y todo se llena de color.

Veo las construcciones, algunas grandes, otras pequeñas.

Miro a los hombres vendiendo flores en las esquinas.

Escucho la música y el canto de mi gente.

El ruido de la gente, el ruido de los carros, personas conversando y el viento siempre soplando.

Y así termina la única ruta que tiene el camión, y yo; la única tripulante.

El chofer me despide con un ''Que tenga un buen día'', mientras yo me bajo y le contesto ''Muchas gracias, usted también''.

Al bajar me sacude un viento con olor a pan, cierro mi mochila, sostengo fuertemente mi guitarra y mientras me pongo mi gorro para protegerme del viento.

Paso por el parque de colores tierra, y por la iglesia que suena sus campanas; mientras camino por la orilla de la única carretera.

Unas personas en bicicleta, con bandera de Canadá y casco con orejas de Mickey Mouse me saludan y yo les sonrío.

Sigo caminando y llego hasta la puerta de mi casa, suspiro y abro el portón por primera vez en mucho tiempo.

Me recibe por el patio trasero mi fiel coneja Elena.

Me siento recargada en la puerta trasera de mi casa, Elena se recuesta en mis piernas; me quito mi mochila, mientras tomo mi guitarra.

Y me pongo a cantar.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sin Título

Nunca lloro. Pero esta vez, no podía controlar mis ganas de llorar. Estaba muy herida, o tal vez estaba desesperada. No lo sé, pero quería llorar. Esas palabras y esa discusión tan hiriente fueron la causa.


Me quedé sentada en el sillón de mi sala de estar, mirando al vacío y tratando de no pensar en lo pasado. Me puse a ordenar unas cosas, a distraer mi mente. Limpié mi guitarra traste por traste, afiné cada una de sus cuerdas para pensar en otra cosa, pero no podía. No podía.


Rápidamente subí las escaleras hacia mi habitación y deshice mis maletas, mientras algunas lágrimas caían de mis ojos. No podía soportar el contenerme, así que me encerré en el tocador de mi baño.


Me senté en una silla a un lado del espejo, sin ver mi reflejo. Inconsientemente, agaché mi cara, mientras apoyaba mis codos en mis rodillas y hundía mis manos en mi cabello. Y comenzé a llorar.


Tenía aproximadamente un año y medio que no lloraba, no sé por qué. Y tampoco se por qué ésto causó ese efecto en mí, tal vez eran las lágrimas reprimidas de muchísimos meses, tal vez esto de verdad me dolió. Pero no podía parar de llorar.


Las palabras como navajas destrozaban mi mente sin cesar, una y otra y otra vez se repetían en mi mente, y yo sin saber que hacer solamente las recordaba. Las quería apagar, las quería suprimir súbitamente. Pero no podía...

¿Acaso tenían razón? ¿Acaso yo era la que estaba mal? No podía dejar de pensar eso, jamás en mi vida había sentido la sensación de culpa tan fuerte.


Así que me quedé ahí. Sentada en el tocador, jamás mirando al espejo, con mis manos hundidas en mi cabello, con mis lágrimas empapando mi todo aquello que tocaban. Aquellas lágrimas de dolor.


Pasaron una, dos, tres horas... No sé cuánto tiempo. No sé cuánto tiempo estuve así. Siempre en la misma posición, jamás me movía del mismo lugar.


De repente, todos aquellos pensamientos desaparecieron de mi cabeza. Como si jamás hubieran sucedido.


Me levanté de mi silla y contemplé mi rostro en el espejo. Mi rostro que parecía el de un alma en pena. El blanco de mis ojos, mas rojo que la sangre se perdía en el negro de mis pupilas, en el negro de mis parpados que se corría por mis mejillas. Mi rostro, mas blanco que nunca, pálido y sin vida, se encontraba enmarcado por mi cabello alborotado, que no me había percatado hasta entonces, se enredaba en mis brazos.


No me reconocía en el espejo, parecía un ánima en pena. Inmediatamente comenzé a llorar.


Ya ni recordaba lo sucedido antes, ahora lloraba por verme en ese estado, verme tan demacrada.


Después de unos segundos, de repente, paré; y comenzé a reír, reír, reír. Ahora me daba risa la forma tan tonta en la que había actuado. Me lavé la cara, borrando cualquier rastro de lagrimas. Cepillé mi cabello y lo sujeté sobre mi nuca.


Me miré al espejo y sonreí con una risa burlona y pensé: ''¿Sabes qué? Al carajo los demás.''


Me dí media vuelta aún aguantandome esa risa, cerré la puerta, me dirigí a mi habitación. Y como siempre, tomé mi guitarra y me puse a cantar.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La Catrina

Con su pluma de avestrúz
Se pasea por todos lados
Altanera y orgullosa
Siempre con la frente en alto.

La Catrina, siempre tan elegante como el catrín,
Con su vestido de tul, encaje y labios color rubí;
Se polvea su rostro de pálido color blanco,
Se ladea el lujoso sombrero,
Mientras espera a su desafortunado amor de momento.

Se dan las 12 y siempre con un nuevo amante,
Cada día un alma sin repetir.
La muerte enamoradiza lo lleva a bailar danzón,
Al ritmo del contrabajo y trompetas, seduce aquél corazón.

Con su fría mano lo arrebata,
Mirándolo a los ojos, la sínica muerte se ríe;
Y lo deja morir poco a poco, mientras su alma desviste.

Regresa la Catrina, siempre tan elegante como el catrín;
A aquel callejón de besos comprados,
Buscando un nuevo amante con quien danzar por ahí.

martes, 1 de noviembre de 2011

El fracaso, la derrota, una mente abierta.

Éste escrito no es un poema, no es un cuento, no es una historia. Más bien es una anécdota. No habla sobre amor, no habla sobre la inspiración que me produce un atardecer ni nada de eso. Habla de mí, de mi vida. Y te lo cuento a tí quien quiera que seas porque me quiero desahogar con alguien, quiero contar mi historia, quiero que sepas que es lo que siente alguien que de verdad no sabe que está haciendo en este momento.

Y aunque debería de estar trabajando para arreglar mi error, me pongo a escribir. ¿Por qué? Porque escribiendo es la única manera en la que siento que al hacer nada estoy haciendo algo útil. Porque quiero desquitar mi furia con mi pobre teclado amenazado por la fuerza de mis dedos y mis manos que escriben sin parar.

Muy bien, entonces sin más preámbulos empezaré, que nada se me hace más patético que la gente que la da vuelta a las cosas y no se centra en lo que es.

Imagínate, pararte frente a un grupo de gente, enseñarles un arte y que al principio todo vaya muy bien, cada vez va más gente que hasta llega el momento en que no cabe en el lugar. Pero de repente, poco a poco el lugar se empieza a vaciar. Así que alguien te da un consejo y le vuelves a echar ganas, te entusiasmas y todo va incluso mejor que al principio. Sale una oportunidad para demostrar lo que haces en público con y al momento de querer hacer lo que querías tu herramienta de trabajo falla. Y tienes menos de un mes para prepararte a tí y a tu grupo. A la siguiente vez tratas de arreglarlo y por alguna razón del destino falla. Se pierden una semana. Piensas que ya tenías la solución y todo parecía perfecto y falla de nuevo. Todo se echa a perder. Se pierden dos. Y poco a poco todo va decayendo y lo que algún día fué un imperio, hoy no es mas que polvo.

La misma persona te da un consejo, pero esta vez siendo más agresiva y mezclado con la furia que contenías por el fracaso recién ocurrido, sólo contestas con un silencio.

Llegas a tu casa, te sientas en completa oscuridad y buscas la relajación para reflexionar en cualquier escapatoria del alma. Por ejemplo, en un instrumento. Te sientas, te relajas y te dejas sumir por el espíritu de aquella melodía; piensas, piensas, piensas, piensas sin cesar; y tu mente no dice nada. Completo silencio, lo único que ocupa tu mente es esa canción jamás escuchada que tus manos producen sin saber cómo ni por qué. Es un trance.

Y de repente, el mínimo ruido de algún automóvil que pasa a lo lejos te desconcentra. Y llegan como una avalancha todas aquellas ideas que siempre buscaste. Las respuestas a las preguntas que nunca quisiste hacer.

Y la desconfianza que te crea contarle algo a un conocido, te da la confianza de decírselo a decenas de gente que no conoces. Y así cuentas tus problemas, cuentas tu vida, cuentas tu historia. Y así ésta mente que no piensa en nada en este momento más que en hablar a través de unas simples letras conjuntas cuenta algo que tal vez para tí no signifique nada, pero para mí es mi vida. Y en vez de trabajar, te sientas a escribir.

¿Por qué? Porque después de que el alma gritó toda la furia que contenía, la mente cobra vida propia y después de repetir infinidad de veces aquél ''dum tak tak ka'', empieza a hablar con coherencia.

Nada de lo que escribí tiene sentido a simple vista, pero lee y piensa, lee y piensa y te dará las respuestas que a mí me dio. Cierra los ojos, ciérralos y piensa en tu vida, en tu presente y trata de mejorarlo.

Y si está bien, mejóralo mas, nunca, pero nunca te conformes con lo que tienes y jamás de los jamases pienses que tienes el mundo en tus manos, porque cuando menos te lo esperes se esfuma como el vapor que produce tu respiración en una mañana helada.

Y puede sonar un poco trillado el repetirte estas palabras que todos escuchamos en donde quiera. Pero jamás dejarás de escucharlo hasta que les hagas caso. Y aunque no te consideres alguien débil (como yo incluso siento que soy algo dura), este tipo de detalles te marcan. Y te hacen hacerle cobrar un poco de sentido a la vida.

viernes, 28 de octubre de 2011

Color de nube.

Que cosa tan mas bella mis ojos contemplaban,
Recargada en un fría tumba triste.
Yacía ahí, fuerte y en llamas,
El dulce encanto de un clavel de rubí.

¡Que cosa tan mas bella mis ojos contemplaban!
Cálida y hermosa fuertemente contrastaba con el mármol,
El mármol triste de aquél lugar de recuerdos.

Y sigue ahí, recostada en la loza,
Ese clavel de color carmesí,
Una lágrima en su pétalo reposa,
Una lágrima de cariño sin fín.

Dicen que era su flor favorita,
El clavel rojo,
Rojo como la sangre, rojo como el color de sus labios.

Y sigue en mi recuerdo aquel momento en que la coloqué ahí,
Hermosa y llameante, el clavel color rubí,
Color de nube, color de atardecer.

jueves, 27 de octubre de 2011

3.

Era de noche, una noche llena de luces, de ruido, de gente. Era de noche, y cada vez entre mas tarde, menos personas se encontraban. Era de noche y al caminar por aquella calle llena del elixir de Dionisio, entre una multitud se encontraba, aquella figura tan renombrada y tan peculiar. Y todo sucedió como siempre, se miraban y se reconocían desde la distancia, siempre compartiendo ese silencio de curiosidad.
Pasaron las horas, y de repente se acercaron mientras ambos en su mente recordaban aquella otra calle de noche, hace algunos meses, y aquella persona, de tan misteriosa existencia extendió su mano hacia hacia enfrente, y dijo:

-Hola; mucho gusto, me llamo...

miércoles, 26 de octubre de 2011

2.

Cuando llamaron a todas aquellas personas, y al ver aquella figura porfín lo comprendió todo. Pronunciaron su nombre, pero no puso mucha atención y jamás lo volvió a recordar. Pero si recordó aquel momento en que miraba por el reflejo del espejo, aquella tarde hace muchos meses.
Y por un momento por una distracción se encontraron cara a cara, se miraron; y siguieron su camino.
Una sensación de explicación muy extraña.
Al final, se observaron el uno al otro caminando cada quien por caminos opuestos, perdiéndose en la oscuridad de la noche, volteando eventualmente para no perderse de vista.
Jamás cruzaron palabras. Mientras la luz eléctrica de aquél neón se fundía y todo se sumía en tinieblas.

viernes, 19 de agosto de 2011

1.

Entonces, volteó hacia sus espaldas y miró una silueta, e inmediatamente llamó su atención. Lo miró fijamente durante unos segundos y se volteó de nuevo antes de que se diera cuenta de que lo observaba. Y así siguió durante una hora; mirándolo de vez en cuando a través del reflejo de una ventana. Al momento de irse de aquél lugar, miró una vez mas, cruzó la puerta y se fué, guardando aquella última imagen en su memoria.

sábado, 28 de mayo de 2011

El egocentrismo del alma.

¿Por qué la mente traiciona de ésta manera? ¿Por qué mi mente siempre hace que diga una cosa pero inconsientemente hago otra? Es un maldito temor al compromiso. Prefiero romper el corazón antes de que me lo rompan a mí. O tal vez simplemente me agrada ver el sufrimiento ajeno.
Hay ocasiones en donde el espíritu está en paz, tranquilo y todo va perfecto, hay ocasiones en que se empieza a inquietar porque sabe que no son "correctas" las acciones cometidas; pero al fín y al cabo aunque mas me quiera preocupar por esos sucesos, en el fondo menos me va importando. Tengo que aprender a se menos frívola, aunque la mayoría de las veces pienso que es mejor así, así nadie me hace daño. Por eso pocas veces demuestro lo que siento, y cuando lo demuestro me aseguro antes de recibir mas de lo que doy, para no sentir que doy todo por nada; y así en el momento en el que decida dejar la situación; como siempre lo hago, sea la razón por la que sea e incluso la mayoría de las veces sin ningún motivo, no sufrir yo y que otras persona sean torturada por mis errores. Como siempre lo hago.
Y había dicho que había cambiado, y así lo sentía; hasta yo misma me la creí y lo aseguraba... pero al final hay cosas que nunca cambian. Y por lo mismo hay cosas que jamas extrañaré.

viernes, 29 de abril de 2011

Recuerdos.

Melodía como un abrazo de cielo, dos frescas alas que me envuelven a mí. Un toque fresco como el hielo, un río de calor que corre en mí. Una canción que golpea mi cerebro, como campanas, como relojes que revolotean. Un abrazo imposible de hecho, regresa a mi mente y se queda ahí, buscando tu recuerdo. Mi mano se queda extendida, esperando que la tuya venga aquí.

Hasta que el Sol se escape con la Luna.

Y cuando tocas el terciopelo, el tiempo se detiene y el ambiente se convierte en el fondo del mar, mientras respiras rápidamente el perfume de mil rosas, y tu cuerpo se disuelve y se evapora en nebulosas espaciales cuando cierras los ojos buscando Roma; y dentro, sientes como mil ácidos dulces se mezclan y se confunden en una combinación de deseo y azúcar, y tu mente... tu mente se desconecta y se pierde junto con la sabiduría de los grandes sabios de Babilonia, y comprendes que esa sabiduría no vale la pena si jamás encuentras el significado del amor. Y mientras tocas el cielo, las estrellas caen y mil meteoritos azotan en tus labios, y una tormenta no te ayuda a contener el incenciar todo aquello que encuentres y a contener el deseo de destruir todo aquello que tocas... y sientes... sientes como aquellas olas acarician de nuevo tu piel. Pasa una ráfaga de aire frío y vuelves a la realidad... mientras tanto, sigues teniendo el recuerdo vivo de cómo se originó el universo.

martes, 26 de abril de 2011

Comprensión de la materia.

Prefiero las despedidas rápidas, porque me dan tiempo de sufrir menos. Prefiero despedirme rápido o simplemente no hacerlo; porque desgraciadamente tengo el defecto de encariñarme con personas y lugares que apenas conosco. Y tengo que dejar la mala costumbre de recorrer de nuevo los lugares antes de irme, porque siempre termino encontrando algo o conociendo a alguien nuevo que termino extrañando. Tengo que aprender a aceptar que tal vez soy todo lo contrario a lo que pienso. Debo de dejar de enamorarme de todo y tal vez si aprendo a ser un poco mas conformista sería un poquito mas felíz. Debo de aprender a frenar mi imaginación, ya me ha jugado bromas muy pesadas en muy poco tiempo. Y tal vez si aprendiera a observar menos y mirar mas tendría los pies mas en la tierra, si aprendiera a escuchar menos y oir mas puediera diferenciar lo complicado de lo simple y no pasaría mi vida en otros mundos. Debo aprender a tomarme mas en serio la vida, a veces la tomo demasiado a la ligera, y las cosas que los demas no consideran importantes, para mí de verdad lo son. Tengo que aprender a no tratar de esconder lo obvio, y dejar de corregir lo incorregible.

martes, 19 de abril de 2011

El poder de extrañar.

Éste no es mas que uno de esos momentos de desesperación reprimida, donde ya fué demasiado sonreir para reprimir la agonía, cuando la presa de el corazón ya se inundó de lágrimas estancadas y las empieza a liberar. Acostada en mi cama, abrazada a mi almohada con muchas ganas de llorar; repitiendo mil y una veces el recuerdo de el amor, repitiendo, repitiendo, golpeando cada vez más la herida. Jamás imaginé extrañar tanto a alguien, jamás imaginé que era el amor; y jamás imaginé que fuera tan fuerte. Jamás imaginñe extrañar tanto la mirada de alguien, tratando de reconstruir el aroma y la textura de su piel. Quisiera correr, lo mas rápido que me permitieran mis piernas, correr hacia tí, correr a tus brazos y jamás, jamás, jamás irme de tu lado. Contigo me siento completa, siento mi otra mitad, la combinación perfecta entre amor y complicidad. No sabes cuanto daría por volver a ver una sonrisa tuya, tomar tus manos, y escuchar la suave música de tu voz. No existe momento mas felíz en el mundo, que aquel cuando el universo se detuvo, cuando encontramos nuestras miradas por primera vez. Y no existe manera mas perfecta de decir te amor, no hay manera mas perfecta en la que me puedas demostrar tu amor; no te preocupes, la disrancia es sólo otro método mas que utiliza el destino para hacernos mas fuertes todavía. No te preocupes, pues estoy completamente segura que nuestras almas ya se conocían desde el principio de los tiempos.

sábado, 26 de febrero de 2011

Nubes.

Finjamos amnesia, y que nada de esto ha pasado. Finjamos que no sabemos nada. Finjamos que no nos conocemos, Finjamos que somos dos extraños.
Qué pasaría? El simple hecho de empezar de nuevo, el ver que sucedería, estaríamos juntos de nuevo?
Explotemos todo nuestros sentidos, y pongamos nuestras emociones en la superficie de nuestro ser. Que pasaría? Sabes que siempre me ha gustado imaginar que pasaría si sucediera lo contrario a lo que pasa, sabes que me gusta escribir historias, pero jamas escribo el final de ellas. Sabes que sólo me gustan los comienzos de las historias. Sabes que odio cuando empiezo a entender que se acerca el desenlace. Pero contigo no lo puedo saber, eres mas inconstante que las olas en el mar. Y yo siempre soy una nube que cambia de forma. Somos como una marea, siempre nos mantenemos inconstantes... pero ahora por fín, quiero una costa serena, donde descancer y vivir tranquila. Y parece que tú, mas agitas el agua, el ruido de tu tempestad no me deja articular palabra alguna. Lo único que me queda es alejarme, lentamente. Para no ahogarme con tu sal.

martes, 1 de febrero de 2011

Necesito que necesites necesitarme.

Ni siquiera lo necesito,
Porque sé que nunca me necesitaste.
Y por mi parte...sinceramente nunca te necesité,
Nunca he necesitado de nadie.
Necesito saber solamente si alguna vez te importé,
Como tu a mí me importaste.
Necesito saber si no fué mas que deseo del uno por el otro.
Necesito saber si lo que dimos fué mucho.
Tal vez fue poco.
Necesito saber que alguna vez necesitaste de mí para poder seguir con la vida,
Como yo alguna vez necesite del sonido de tu voz para poder seguir adelante.
Necesito saber si alguna vez renunciaste a tantas cosas
Como yo renuncié por tí.
Necesito saber si aquellos "te amo" fueron sinceros...
Porque de mi parte no fueron mas que palabras,
Dirigidas a alguien mas.
Necesito saber que sentiste cuando viste que yo te dejaba
A tu suerte y dejándote sin más,
Sin darle vueltas a las cosas,
Sin mentiras,
Sin engaños,
Sin dramas y sin teatros,
Sin complicar tanto un asunto tan sencillo...
Como tu lo hiciste.
Porque yo jamás,
Jamás,
Jamás volteo hacia atrás,
Jamás vuelvo sobre mis pasos,
Como tú lo haces.
Después de que se desvaneció el encanto.
Cuando necesitábamos huír uno del otro,
Cuando necesitabamos evitarnos...
Cuando mas confundidos estabamos...
Y cuando menos sentí por tí.
Necesito saber si algún día me necesitaste,
Como yo,
No te necesité a tí.
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