martes, 29 de noviembre de 2011

Carta A Un Danzante.

No tengo idea de cómo comenzar esto. Bueno, si sé; pero no sé cuál de todas las opciones utilizar.

Empiezo a arrepentirme. Todavía recuerdo aquella carta hace un año exactamente. Aún recuerdo mi respuesta. Fue un poco cruel ¿no es así? Bueno, me he dado cuenta de que soy muy cruel, sobre todo cuando se trata de corazones ajenos, incluso con el mío propio. Sinceramente tenía miedo. Miedo de mí. Lo que te dije, era una mentira a medias. Era… ¿Cómo decirlo? ¿Una excusa? Un simple pretexto para distraer tu atención. Pero cada vez que recibía un nuevo mensaje con tus ruegos, aunque no lo quiera admitir, se me partía el corazón. Yo sí quería. ¿Pero qué era? ¿El orgullo acaso? No. Eran mis expectativas. Esperaba algo que no existe, esperaba una utopía. Tú eres lo contrario a cualquier ideal. Pero, ¿sabes? Eso es exactamente lo que me gusta de tí.

Hace un año y unos cuantos meses fue cuando todo pasó. Hace un año exactamente recibí aquella carta, que reflejaba el miedo en cada palabra. Un miedo justificado, y una sana prevención para aquella respuesta afilada.

Sinceramente, aunque pase el tiempo me sigo sintiendo mal, y creo que más y más mientras cada vez nos volvemos más viejos. No es que te ame. Es que simplemente esperaba y verdaderamente sigo esperando que tú algún día vuelvas a insistir. Insistir tan desesperadamente como aquella noche de invierno en la que cruelmente te me negué y me di media vuelta.

Lo puedo aclarar, no estoy enamorada de ti. Pero inevitablemente llegas a mi memoria de vez en cuando. Y siempre que me encuentro sentada en aquella cafetería, en la misma silla, en el mismo lugar y a la misma hora; escuchar tu voz a mis espaldas y escuchar el sonido de la silla que tú arrastras para colocar a mi lado, me cuesta fingir el desinterés. Es difícil contener el deseo de tomar tu mano cuando caminas a mi lado sin razón alguna, y es difícil disimular que jamás me has interesado.

Pero sabes cómo soy. Soy más orgullosa que un rey desterrado, y más soberbia que un dictador.

Aún así, quiero que sepas, que aún después de un año, me sigo arrepintiendo y me sigo culpando de aquél gravísimo error. Tu mismo me advertiste, pero es el orgullo el peor veneno para matar el amor.

No hay comentarios:

Powered By Blogger