lunes, 22 de noviembre de 2010

Engaños.

El 90% de las veces no acostumbro mentir.
Odio las mentiras, es la forma mas cobarde de discurso humano, es lo mas deplorable que puede salir de la boca de algún ser.
Y quieras o no, una simple mentirita se va haciendo inevitablemente cada vez más grande y nada puedes hacer al respecto. Más y más y más hasta que te vez enredado en tu propia red de asquerosa hipocresía.
Me avergüenzo de mi misma, nunca habiá acostumbrado mentir, hasta hace poco. Y hoy por fin se descubre mi enredadera de palabras ilógicamente entrelazadas formando una verdad modificada. Gracias al Cielo.
No puedo mentir al respecto, se me da muy bien mentir; odio admitirlo. Pero no lo soporto, es asqueroso, es un acto de cobardia imperdonable. Y al empezar con una ¨pequeña mentira¨, ésta se va convirtiendo poco a poco en una masa, no hay mentira pequeña.
Y hoy todo se detuvo.
Un simple y pequeño descuido y todo mi imperio se vino abajo, un error insignificante, que sólo la mas meticulosa de las mentes puede detectar, un pequeñísimo error que colapsó todo mi sistema. Y gracias a ese pequeño error ya no cargo con ese maldito peso que odiaba cargar.
Lo difícil no es mantener la mentira, mucho menos mentir. Lo difícil es poder volver a ver a la cara a aquella gente a la que le mentiste, aquella gente que te dió toda su confiaza y les diste una puñalada por la espalda.
Esto no quiere decir que haya llevado a cabo el peor de los engaños, pero no sabes lo repugnante que es para mí caer tan bajo.
No hay nada como vivir en paz contigo mismo, lo demás viene solo.
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