domingo, 25 de diciembre de 2011

27

Para Diego Márquez

No sé por qué, pero últimamente me he estado acordando mucho de ti. Es decir, todos los días inconscientemente te recuerdo, pero ahora los recuerdos son más recurrentes y más directos. Como al principio.

Todavía tengo la imagen perpetua de tus ojos verdes profundos, todavía puedo recrear en mis recuerdos tu risa alegre, tu voz, tu sonrisa. Recuerdo al principio como te extrañaba, tu recuerdo constante me perseguía inconscientemente y la tortura de tus memorias invadía mi mente, invadía mi alma, me invadía a mí. Y no podía hacer nada al respecto.

Alguna vez te escribí una última carta, te la leí, te la dejé, y te lloré. Alguna vez te dije que iba a ser la última vez que te hablaba, que te trataba de buscar entre el infinito. Pero, nunca hubo mentira más grande que esa.

No te quiero cansar diciéndote siempre lo mismo, pero ¿Qué más puedo decir? No encuentro más. No encuentro nada más que seguirme lamentando. ¿Lamentar qué? No lo sé, tu pérdida tal vez, una pérdida en la que yo no tuve nada que ver.

No sé si te hayas dado cuenta, pero desde entonces nunca más te he vuelto a visitar. ¿Seré cobarde? A lo mejor trato de evitar la nostalgia.

Bueno, me despido de ti como tantas otras veces, deseándote lo mejor como siempre. Espero que donde quiera que estés, no nos hagas caso. A veces es más lo que aparentamos que lo que de verdad sentimos, conel tiempo lo podremos superar. Como según yo, ya lo hice.

No sabes cuánto te quiero, cuánto te quise y cuanto te querré. Por favor, cuídame como lo has hecho todo este tiempo.

-M. Zérega

P.D. Sigo pensando que tienes el nombre más bonito de todos.
P.D.D. No sé cómo hacerte llegar esta carta.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La Damisela

El otro día, me pude di cuenta de que te encontrabas en una relación…
¡No sabes cuánto gusto me dio! Espero que por fin encuentres a alguien que te aguante.

Al final cómo me desesperabas. Eres muy dulce, y eso me gustaba; pero en ocasiones demasiado débil, y yo… yo puedo ser cariñosa, pero también soy cruel.

Aunque me ayudaste a descubrir una parte de mi personalidad que no conocía, me enseñaste a ser dulce, incluso en ocasiones tierna.

Pero, en vez de ser el aventurero caballero que va a rescatar a su amada… yo era el príncipe azul, y tú la damisela en peligro.

No sé si lo hacías para llamar la atención (porque francamente, estabas un poco falto de cariño), o así eres tú. Nunca lo supe y nunca me importó.
Ya estaba harta de escuchar tus problemas, de que siempre ‘lo supieras todo’, y que según tú; me conocías demasiado bien. ¿Sabes? Ni siquiera yo me conozco, así que tú no sabes nada. Por eso te dejé de querer.

Porque no sé si fue obsesión, o de verdad te amé; pero de verdad me importabas mucho, y te quería. Pero éramos tan iguales en forma de pensar, pero tan diferentes en personalidad que al último resultaba harta de ti y tú siempre terminabas llorando.
Y me resultó peor. De todas formas esto ya no funcionaba y tú seguías rogando con esperanzas aunque te dijera la cruel realidad. Seguías intentando revivir algo que ya no tenía remedio.

Eran muchos factores en contra, de hecho todos estaban en contra y solamente uno a favor. Y tú mismo hiciste que fuera el que derrumbara todo.
Espero que seas felíz, muy felíz. Tanto como dices que fuiste conmigo, incluso más. Deseo con todo mi corazón que me olvides, aunque tú digas lo contrario. Pero sobre todo espero que encuentres un amor, un amor que esté contigo siempre y te sepa sacar adelante; no alguien egoísta como yo, a quien le dejó de importar el bienestar ajeno hace mucho tiempo.

El Cascanueces

De pronto, miré mis pies. Tenía mucho tiempo que no les ponía la más mínima atención. Los miré y me sorprendí. En mi mente tenía el recuerdo de haberlos visto lastimados, a veces incluso con sangre y llagas. Ahora no miraba el menor indicio de todo el esfuerzo que se depositaba en ellos; solamente al tratar de poner mi pie en pointe como antaño lo hacía, volví a ver su antiguo carácter. Aún mantenían su fuerza y su postura. Me emocioné.

Tras calentar con la rutina que ya sabía de memoria por tantos años y que no había traído de mis recuerdos desde hacía mucho tiempo, fui por mis adoradas zapatillas de pointe.

Me puse mis punteras de goma, ya un poco viejas y usadas; y mis zapatillas desgastadas por el uso, que enredé alrededor de mis tobillos, con la rutina que ni necesitaba repasar; y las anudé en un moño, como lo hacía antes.

Puse mi canción favorita: ''El Cascanueces'' de Pyotr Tchaikovsky, y me puse a bailar.
Aún recordaba todos los pasos, todos los tiempos, todas las marcaciones. Aún sentía la música, hipnotizante que se transfería a mis pies, que por falta de práctica no soportaban ya el esfuerzo. Mis pies me dolían, pero yo seguía, como si nada pasara. Jamás me he sabido dar por vencida y ¿Por qué iba a hacerlo ahora? ¿En mi propia casa? No, tenía que continuar. La música dio su última nota y yo terminé en mi paso preferido: el arabesque.

El dolor era muy fuerte, me quité mis zapatillas y revisé mis pies rojos, cansados e irritados. Ni modo- Les dije- Bienvenidos de nuevo al trabajo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Sin Título

Ésta sensación me está matando, lenta y sigilosamente. No sé que sea, ni lo quiero saber. No vaya a ser que esto me ataque con más fuerza.

Es una enfermedad. La enfermedad que causan mis noches de insomnio al estar pensado que pasaría. Ahora me miro al espejo y miro las manchas purpúreas bajo mis ojos, producto de pensar en tí en el momento menos indicado.

Debo de decir, que llevo varias noches en vela, dándole vueltas al mismo asunto. Es un poco extraño, porque jamás me había pasado nada parecido… y espero que no me vuelva a pasar.

Entre más pienso, menos coherentes van siendo mis pensamientos, menos se entrelazan las ideas y poco a poco mi mente comienza a divagar. Éste frío interior que siento desde hace tanto, se vuelve más cruel y cortante al pensar en todas aquellas cosas que pudieran suceder, fruto de mi mente perversa y mi corazón masoquista.

Es una ilusión, todo en lo que creo no existe. No hay nada concreto, no hay nada dicho. ¿Estaré perdiendo el juicio? Me he contradicho no sé cuantas veces, me confundo con mis propias palabras… ya ni sé que quiero decir, que quiero hacer, que quiero pensar.
¿Será acaso que necesito un poco de la vida real? Me he estado aislando tanto del mundo en el que vivía, he llenado mi mente de tantas imágenes irreales, que a veces siento que no encajo en mi propia vida. Si tratara de incorporarme a mi viejo mundo, cierto es que me vería un poco en problemas. Si bien, yo misma lo creé, nunca encajé del todo bien. Y nunca me importó hacerlo.

Aunque antes me fastidiaba tanto, de vez en cuando extraño la sensación de cansancio a la mañana siguiente, el maquillaje negro mal lavado alrededor de mis ojos, mi cabello enmarañado y la ropa impregnada de todos los tipos de humo posibles.

Ahora es el mismo cansancio, pero sin ese espectáculo de personajes vacíos y superfluos del que solía rodearme, compitiendo siempre como animales salvajes. Ahora, solamente cuenta con un único personaje, que a veces es tan imposible que haya coincidido en mi vida, que en muchas ocasiones dudo de su existencia.

- M. Zérega

lunes, 19 de diciembre de 2011

Casino Badia.

El ambiente lleno de humo, de risas, de gente de todos los lugares, de todos los idiomas se reunían en este punto. Y yo, preso de la fascinación de un nuevo mundo, hipnotizado por el centelleo de las lentejuelas y el vaivén de telas vaporosas; me sentía como si hubiera sido transportado a otro mundo, un mundo de exóticos placeres, donde todo lo prohibido era bienvenido, donde el exceso al que estaba acostumbrado, era lo más normal del mundo; siempre manteniendo una inimaginable sofisticación, tan extraña como exótica.

De repente la audiencia calló, desde el micrófono la voz del locutor decía unas palabras en una lengua extraña para mí. El público comenzó a aplaudir, sucedido de un súbito silencio. Sólo se escuchó a la voz que decía ese nombre que cambiaría mi vida: ‘’Samia Gamal’’

Entre el silencio y la multitud solemne comenzó a sonar la orquesta, una orquesta llena de sonidos nuevos y desconocidos para mí, que llenaban mi espíritu de libertad y a la vez de misticismo. Pero ahí no paró todo, lo impactante fue cuando miré aquella figura salir, con su caminar felino y su belleza ancestral. Era Samia.

Envuelta en un velo rojo apenas se lograba distinguir su rostro, del que solamente dejaba a la vista sus ojos, y entre la tela translúcida se delineaba la figura de su cuerpo. Caminaba como lo hacen los tigres cuando acechan a su presa, miraba como un águila con un punto fijo dentro del paisaje infinito de gente.

Comenzó a moverse, lentamente mientras deslizaba el velo por su figura y se iba descubriendo poco a poco el brillo de las lentejuelas que adornaban su vestido. La música sonaba, tranquila, hipnotizante y misteriosa llenaba el ambiente envuelto en el humo de mil hookahs que se arremolinaban alrededor de su cuerpo, que se movía con el encanto de una serpiente.

Yo, la miraba extasiado, hipnotizado con las olas que formaba aquel velo, con su cabello ondulado que acariciaba sus hombros. Viendo su rostro moreno de labios gruesos y rojos como un higo recién abierto. De pronto, sus ojos negros de largas pestañas se clavaron en mí, mientras su velo rojo flotaba sobre su cabeza y su falda vaporosa se enredaba entre sus piernas.

A partir de ese momento, nada volvió a ser igual. Fue un hechizo el que ella me dejó. No podía hacer otra cosa más que verla, brillando entre lentejuelas, bailando de un lado a otro. Era la reina del lugar.

La música paró, ella hizo una reverencia y una sonrisa se dibujó en sus labios mientras salía entre aplausos, silbidos y flores. Y así, dejó el escenario repleto de soledad y a la gente hechizada, seducida.

Al ser ella el último espectáculo de la noche, me tuve que ir. Salí y me senté en el sillón de mi habitación de hotel en el centro de El Cairo. Escuchaba el sonido de los carros ir y venir. Mi avión salía en la mañana.

Regresé a mi hogar. Más bien a mi casa, mi hogar se había quedado en el otro lado del mundo. Todavía sentía el olor del sándalo y el narguile en mis ropas, todavía escuchaba el sonido de la darbouka, el riq y lo zaggats de las bailarinas en mi mente. Mientras mi corazón solo pensaba en cuando volvería a verla, en cuando mi destino me volvería a llevar al Casino Badia.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La Imagen de un Desconocido

Ni siquiera sé su nombre, pero cuando sus ojos negros, negros como la noche y profundos como el mar se fijaron en los míos, entre aquella multitud de personas que iban y venían; fue como si lo conociera de toda la vida.

Era como si ambos nos conociéramos de mucho tiempo atrás, tanto, que no recordábamos fecha alguna. Pero no, su rostro, sus ojos, jamás los hubiera olvidado. Jamás.
Y miré su silueta llegar desde aquél pasillo a lo lejos, sumergido entre el océano de gente, pero de entre aquella multitud, sus ojos negros me llamaban desde el otro lado del lugar.

Yo, entumida y recargada en la pared de un local comercial, lo miraba desde lo lejos, como al caminar, jamás separaba su vista de mí. Y es que aunque sentía sobre mí muchas miradas mas, la de él fue la que llamó con más fuerza la atención de mi mente concentrada en mirar al vacío. Mi cuerpo temblaba, y me intentaba de abrigar con mis propios brazos, tratando siempre de evitar que mis labios, blancos y con sabor a sangre, siguieran temblando por el frío.

Él, caminando entre la gente, cual Moisés entre las aguas, envuelto en sombras, seguía con su siempre mirada fija, segura y a la vez tímida. Agachando su cabeza de vez en cuando, tal vez asustado por la gran atención que le prestaba. Sus ojos negros, contrastaban con el blanco de su piel y el rubio de su cabello, escondido bajo su abrigo. Sus manos en los bolsillos y el metal adornaban sus labios finos.

Pasó, a mi lado intentando mostrar indiferencia, que por supuesto de indiferencia no tenía nada. Y así, se marchó por aquél callejón y yo lo seguía, hasta que desapareció de mi vista. Como buena masoquista que soy, volteaba, de vez en cuando con la esperanza de volver a verlo.

Y volvió a aparecer, tan repentino y misterioso como antes. Y así como apareció, desapareció entre la gente.

No me preocupo, sé que nos volveremos a encontrar.

martes, 13 de diciembre de 2011

Carta A Un Danzante II

Siempre es lo mismo. ¿Es acaso cobardía? Jamás te podré comprender. Eres tan igual a mí, que resultamos siendo demasiado diferentes.

Siempre, siempre me dejas con tantas dudas en la cabeza, tantas sospechas, el corazón intrigado e incluso lágrimas de desesperación a punto de caer por mis ojos. ¿Qué te hace ser así? ¿Acaso eres tú el temido Karma? Siempre me haces sufrir demasiado, me dejas con tantas inseguridades, tantas preguntas en mi mente, que a veces dudo si lo que imagino en realidad es lo que iba a suceder.

Siempre me haces sufrir lo que sé que hice sufrir a otras personas. Siempre te hago sufrir lo que tú me haces sufrir a mí.

¿Qué hubiera pasado entonces? Si hubiéramos continuado nuestro camino, si jamás nos hubiésemos encontrado contratiempos; si no nos hubiéramos separado, si aunque te seguí por unos instantes; al continuar mi destino tú no me seguiste. Si me hubieras acompañado en mi camino, como tantas otras veces lo has hecho.

Pero, aquellas veces aunque aparentabas seguridad, he notado que titubeabas, que algo me querías decir o que algo querías hacer que no lo lograbas, no encontrabas el valor o no conseguías continuar. Yo sé que era, más no me atrevo a confesártelo, tú sabes que entre ambos creamos una guerra de orgullo más grande que dos emperadores que presumen de sus riquezas.

Descifrar tu pensamiento, es más confuso que seguir las gotas que deja una ola después de haber roto su trayecto sobre una piedra. Descifrar tu pensamiento a la vez es demasiado fácil, porque si lo pensamos bien, tú y yo somos demasiado parecidos.

¿Por qué me dejaste sola aquella mañana? ¿Por qué no te atreviste a partir conmigo? Me dejaste demasiado decepcionada, demasiado intranquila, me dejaste abatida y sola en el asiento de un camión.

Pero es que es imposible, jamás podré verte a la cara y no ceder ante ti, jamás podré resistirme a tu encanto y tu picardía, por eso te evito tanto. Así como te conozco lo suficientemente bien para saber que por el mismo motivo son pocas las veces que me miras a los ojos, que hay días que no te apareces y sacas astutas excusas que con tus artimañas hacen que pases ileso a las consecuencias de la irresponsabilidad.

Y lo reitero como otras veces, no es amor el que sentimos. Es el deseo de tenernos el uno al otro, es la ambición de querer resultar ganadores de esta competencia. Es la adicción que tenemos de recolectar almas. Es el anhelo de tener ese corazón, que tanto uno como el otro desea, ese corazón altanero y caprichoso que tenemos. La manía de siempre querer tener lo imposible, nuestro afán de resultar gloriosos del reto.

No podemos mantenernos enteros mientras estemos juntos, porque caemos presos de nuestros juegos, porque somos esclavos de nuestros deseos, porque no podemos estar tan próximos porque tarde o temprano uno de los dos caería rendido. Y tú jamás aceptarías una segunda derrota.

- María

lunes, 12 de diciembre de 2011

Inspiración Nocturna

¿Por qué me atacas de esa manera noche tras noche? Desdichado sea mi sueño del que privas, oh insolente inspiración.

¿De qué modo te atreves a jugar con mis pensamientos mientras me desvelo acostada en mi cama? Siempre me atacas cuando estaba punto de ceder a Morfeo, y me obligas a sentarme, recargada en la pared; a visualizar perpetuamente la pared adornada con telas verdes.

Siempre me atacas, insolente inspiración, cuando me encuentro cercana al sueño que mi cuerpo cansado, reclama. Pero el frío me azota tiranamente, y yo; ignorando tus súplicas, me envuelvo entre mis telas de suave y tibio tacto.

Cuántas ideas no han surgido, y cuántas mas, muchas más se han perdido entre mis sueños y el testarudo frío que no me deja plasmar sobre ningún papel aquellos brotes de poesía de sin razón alguna emergen de mi imaginación.

Dime inspiración, ¿cuántas veces más jugarás con mi memoria? ¿Será acaso que solamente dejas en mis recuerdos las ideas que de verdad valen la pena? ¿Será acaso que te gusta hacerme pensar y pensar en la mañana que fue lo que mi mente maquinó la noche anterior? Jamás te entenderé, inspiración seductora.

La Odalisca

Odalisca me llaman, a mí y cien mujeres más. Viviendo entre paredes, siempre hemos de estar. Aquí nací, aquí crecí y aquí pereceré.

Odaliscas nos llaman, mas la gente de fuera nos llama esclavas. Jamás he salido de este encierro, entre paredes de mármol y mándalas vitral he crecido. La luz del sol jamás la he sentido, solamente la que se filtra por las ventanas es toda mi luz y la tierra bajo los pies es solamente un mito.

Más, al contrario de otras ¡ni siquiera me atrevería a pensar en escapar! ¿Qué haría allá fuera? No sé hacer nada más que servir a las concubinas del sultán, aquellas que se creen demasiado por tener un lugar especial, las que creen que pueden ser sus esposas pero saben que como todas, moriremos siendo usadas. ¿Para qué escapar? Si no sé hacer nada. Criada como simple esclava siempre he sido. No poseo ni belleza, ni talento fenomenal.

Sé que aquí moriré, se que jamás saldré. Así que ¿para qué pensar en salir? Como otras ilusas que piensan que afuera es un lugar mejor. Yo sé que siempre es la misma historia, serán esclavas en cualquier lugar al que vayan. Siempre me lo han dicho, somos mujeres y no valemos nada. Mejor me quedo aquí, donde hago lo único que sé hacer, donde estoy en un lugar que conozco, donde aunque nuestro amo jamás conozca mi nombre, aunque jamás se dé cuenta de mi existencia, tendré un lugar donde vivir.

Sí, soy una esclava, esclava de las esposas y de las concubinas. Aquellas que tuvieron la suficiente suerte para ser unas prostitutas. Las más listas consiguieron salir preñadas, y en esposas del rey se convirtieron. Aquellas que se les sube el ego, aquellas pocas que resaltan entre las cientos de esclavas más, las que llevan mejores ropas y hermosas joyas. Que tienen una alcoba para ellas solas. Pero, ¿qué consiguen con esto? Jamás saldrán de aquí, y como todas las demás siguen siendo presas en una mansión. Las que entregaron su cuerpo y en objetos de placer se convirtieron. Las que destacan con sus talentos, ¿para qué les sirve esto? El jamás se aprenderá sus nombres, y si suerte tienen lo verán más de una vez.

Odalisca me llaman, condenada a la muerte. Sin nada que hacer más que vivir entre velos, entre perfumes y la desdicha del miserable castillo de falsas opulencias.

jueves, 8 de diciembre de 2011

La Visita

¡Pero hace cuánto tiempo que no te veía! Te noto diferente, ¿acaso has cambiado tu peinado? Bueno, me gusta mas así, te queda muy bien. Mira que sorpresa me has dado, cuando recibí tu mensaje sinceramente no creí que fueras a venir, al mirarte por la ventana supe que hablabas en serio.

Tenías muchos días diciendo y diciendo que me querías dar un regalo, tal vez meses. Y ahora, de la nada llegas. En la mañana, cuando me dijiste que te encontrabas cerca, sinceramente te evité y no fui hacia dónde estabas. Pero, al parecer, eres más terco que el destino, que hasta a mi casa llegaste a parar.

Me da mucho gusto verte, aunque como de costumbre, no te saludo. Un simple vicio que tengo para incomodarte. He cambiado, y noté que me comportaba diferente a como de costumbre, era más amable contigo y te miraba diferente a los ojos. A veces, como siempre, siempre lo hago y no me gusta para nada; con ese tinte de arrogancia en la mirada y ese orgullo altanero que hace tu voz temblar y tu mirada caer. Pero me encanta ponerte nervioso.

Me platicaste de cosas mundanas, conversaciones sencillas pero que siempre encierran una gran profundidad aunque ‘’no te des cuenta’’. Me gustó mucho verte el día de hoy, tenía muchas ganas de estar contigo de nuevo aunque no lo aceptara. Me encanta ver tu cara, de sonrisa infantil, sincera y mirada alegre e inocente. Que esconden muchísimo sufrimiento detrás, y una vida llena de amargos antecedentes.

Como siempre, me hacías reír, tanto o más que otras veces, porque esta vez no me encontraba tan a la defensiva que en otras ocasiones. Ahora, simplemente me dejaba llevar y disfrutar de tu presencia. El helado clima y el vapor que salía de nuestra respiración era un motivo de diversión y eso no impidió que estuviéramos largas horas conversando sentados en el asiento de tu motocicleta y más tarde hasta tirados en la banqueta.

Me acordé mucho de antes, cuando recién nos conocimos. Cuando hice sufrir a personas que quería tanto solamente para estar contigo. Cuando tantas veces dejé lo que consideraba correcto para escaparme a tu lado y sentir la adrenalina. Recordé todos esos castigos y todos esos lugares que recorrimos sin que nadie supiera. Me enseñaste trucos de magia, me enseñaste a reparar un automóvil, te miré en tus mas alterados estados de conciencia y aunque siempre terminara enojada y sin querer saber nada de tí, siempre estaba ahí, cuidándote desde lo lejos, siempre desde muy lejos; para que pensaras que no me importabas.

Muchas gracias por mi regalo. Siempre has sabido exactamente qué me gusta, aunque tu digas que no. Sabes que debajo de mi aura de orgullo se esconde una niña pequeña, que se emociona cuando le cuentan una historia y que aunque es difícil hacerla reír, siempre está esperando que le cuenten un nuevo chiste.

Debajo de la imagen de tonto que te gusta crearte, se esconde una mente demasiado lista, tan listo eres; que siempre sabes encontrar mi punto débil. Por ejemplo ahora, que me recordaste viejos tiempos, que me regalaste tu aroma en un juguete de fieltro, que te sabes ganar mi corazón siempre aunque jamás te lo haya demostrado más que unas cuántas veces.

Al final, a los dos nos costó mucho trabajo despedirnos. Fue como los viejos tiempos ¿recuerdas? Que no queríamos que pasara el tiempo.

Hace más del año y medio que inició y finalizó nuestra historia, pero al parecer no importa el tiempo, no importa lo que pase, tú la quieres seguir escribiendo. Y me agrada eso, porque aunque no quiera, yo también quiero que continúe.

Me dejaste muy preocupada, ¿a quién se le ocurre irse en un camino tan largo a oscuras? Estás loco mi amigo, o lo que sea que seamos. Afortunadamente ya me dijeron que llegaste con bien a casa.

Al despedirnos, sinceramente no sabía qué hacer. Ni tú tampoco. Con un abrazo tan corto como el destello de un trueno, sentí como todo aquél cariño regresaba de nuevo. En mi oído sentí tu voz que vibraba al desearme un melancólico ''Felíz Navidad''. Y como después te alejabas entre el polvo, la brisa y la oscuridad.

Por favor, no quiero verte pronto. No quiero sufrir de nuevo, aunque tu digas que has cambiado y que tus hábitos también. Por favor, vete antes de que vuelva a tu lado, y vuelva a sufrir tanto como antes… Por favor vete, que no me quiero enamorar otra vez de tí.

domingo, 4 de diciembre de 2011

La Soberbia

Ven, te tengo una invitación. ¡Vamos! No tengas miedo, no es nada malo, ni para tí, ni para mí. Al contrario, nos beneficiará a los dos.

Te propongo un trato, te propongo un reto. Te invito a redescubrirnos, a caminar por el desierto. A correr descalzos y a ayunar por completo, a vencer los miedos, a vencer el hambre. A buscar los caminos que alimentan el fuego de nuestra sangre. ¡Ven! Apartémonos del mundo, sin miedo, sin ningún temor. Como desterrados en la selva dormiremos, solo acobijados por la luna, las estrellas y nuestros cuerpos. Nos despojaremos de nuestras mentes, nuestro espíritu elevaremos, alcanzaremos el anhelado nirvana. Buscaremos la salida, a esta fiebre de obsesiones, comeremos solamente nuestros pensamientos, nuestras meditaciones.

Ven, te invito a despojarnos de toda materia, te invito a redescubrir de nuevo el mundo. Nuestra mente viajará por recónditos espacios, reinventaremos el tantra, nunca volveremos sobre nuestros pasos. No habrá tentaciones que nos distraigan, porque justamente viviremos en tentación. Daremos la vuelta al mundo invisible, alcanzaremos a Brahma y Shiva nos temerá tanto que jamás tratará de hacernos la vida imposible.

¿Por qué en vez de hacer que pase el tiempo no vienes conmigo? Te prometo la vida eterna aunque sea unos instantes, te prometo enseñarte que hay más allá de éstos escaparates. Te enseñaría que nos hace humanos, te enseñaría que nos hace ser. Trataría de que siempre estuvieras felíz, que tu meditación se mas armoniosa que un obelisco, jamás viviremos entre paredes y siempre estaremos unidos. Nunca conoceremos a Kali, más bien se inclinará ante nosotros y Kama nos acogerá como sus aprendices que somos.

Así que… ¿Vienes?

jueves, 1 de diciembre de 2011

La Existencia

El humano común, como nosotros trata de comprender su lugar en el mundo y su razon de existir; cuando la mejor manera de saberlo es nunca pensarlo. Y la gente que jamás se lo pregunta y solo es, es la que de verdad le encuentra sentido a la vida. Y ese es el verdadero humano extraordinario.

Me apasiona la ciencia, pero; bueno, a mi punto de vista, porque yo tengo una fé, aunque no fanatizada, simplemente una fé. Siento que la ciencia es el triste intento de comprender la grandeza de un ser que jamas conoceremos, aunque sea no mientras estemos vivos, eso cambia depende la ideología de cada quien.

Pero, no le demos tantas vueltas al asunto y simplemente vivamos, que por eso fuimos creados y como diría Saúl Hernández: ''Mira que la vida no es eterna, en cualquier momento nos olvida.''

Sin Título

Siempre camina mirando hacia enfrente, incluso aunque te estén jalando tus ropas intentando detener tu camino.

No hay peor abismo que la derrota, ni mejor victoria que el haber triunfado y sobrevivido.

Pero, aún así; nunca te conformes con simplemente sobrevivir, confórmate cuando mires que no pudiste haber logrado
mejor resultado; siempre tratando de dar el máximo.

Hay que ser triunfadores y jamás conformistas.

Somos jóvenes, tenemos toda la energía y toda la vida por delante.
Somos jóvenes y tenemos la fuerza, tenemos ideas y tenemos actitud.
Somos jóvenes y juntos lograremos el cambio que tanto quisierron las generaciones anteriores.
Somos jóvenes, vivamos el momento pero siempre pensando en el futuro.
Somos jóvenes necesitando experiencias.

Entonces, ¡vivamos!
Logremos el cambio, logremos una revolución, cambiemos el mundo, cambiemos el control.

El Oceano

Mi respiración ya no existía, era mas bien un nulo intento de continuar con un viejo hábito.
Mis ojos ya no veían mas, ahora observaban todo lo que a mi alrededor sucedía.
Miraba a la luz triunfante sobre la oscuridad de la noche.

Veía como El Sol naciente se extendía por sobre nuestras cabezas,
Y como todo aquello en lo que creía no era mas que una vana sombra de lo que de verdad es.

Ya no conosco el frío,
Ya no conosco la enfermedad,
Ahora conosco La Paz. Ahora sé que es La Verdad.

Miro el horizonte de infinito azúl de movimiento.
Miro aquella danza de vida,
Siento el aire que revuelve mis cabellos y acaricia mi piel.
Y por fín comprendo para qué estamos hechos.

Escucho la música de vida que crea la orquesta de las olas.
En ningún momento jamás nada se repite,
Mientras me sumerjo en aquél océano de pensamientos,
Recuerdo los orígenes,
Recuerdo el comienzo.

Por fín comprendo para qué estamos hechos.

Al Lado del Camino

Al lado del camino me encontraba, de pie, esperando.
Carros y más carros pasaban, yo siempre mirando por donde el camión debía de llegar.
De pronto una señal me dijo que volteara, y así miré esa mirada.
Fue un automóvil del color de la noche, del color de lo más oscuro del mar.
Fueron unos ojos tan intensos que desde lejos me llamaron.
Fue exageradamente extraño, fue exageradamente extra normal.
Pero era la mirada tan profunda de aquél hombre, que su rostro jamás podré descifrar.
Entre aquella gorra negra y su cabello rizado y oscuro se asomaban aquellos ojos de inquietante estupor.
Nuestras miradas por una centésima de segundo se encontraron y el al percatarse volvió su mirada hacia el camino.
Yo seguí el rastro de aquel automóvil color de antes del amanecer. Lo seguí hasta que desapareció entre la brisa del sur.
Yo seguí parada al lado de aquél camino, con aquella nube baja rociando mi cabello y aquél frío que inmovilizaba mi cuerpo.
Pero siempre, siempre recordando aquellos ojos negros como el espacio, infinitos como el cielo y profundos como el mar, en aquél rostro de marfil, que jamás podré descifrar.

La Curiosidad

Siempre me han llamado mucho la atención las personas desconocidas, las personas extravagantes, de mirada solitaria y muchas historias por contar.

Sobre todo, me encanta registrar y escribir mis encuentros con esas personas. ¿Por qué? No lo sé, pero si en este momento me pusiera a indagar en los archivos de mi celular, en el que me la paso escribiendo noche y día después de haber vivido una situación que considero importante, me encontraría con cientos y cientos de relatos; del desconocido que se ofreció a pagar mi pasaje, del niño que me miraba cuando cruzaba la carretera, de la joven que conocí en el mercado y se convirtió en mi amiga, etc. El mundo, y sobre todo su gente y su forma de pensar es de lo más interesante que puede existir. ¿Qué pensarán? ¿Qué vivirán? No lo sé, y no me incumbe. Pero aún así jamás se me podrá quitar mi manía de hacerle plática a los extraños y, curiosamente, que los extraños se acerquen a mí.

Nunca me he considerado alguien necesariamente convencional, pero ¿Qué mas dá? NADIE, absolutamente NADIE es convencional, así que, ¡Para qué estresarnos tratando de encajar! Vivamos, y seamos nosotros mismos siempre.

Nunca sabes a qué intento de escritora loca te encontrarás en la calle, nunca sabes que podría escribir sobre ti.

Yo no le escribo al amor.

Yo no le escribo al amor.
¿Para qué? Si nunca lo he sentido
Si jamás he correspondido a nadie
Si jamás me he enamorado de verdad.

Yo no le escribo al amor.
¿Para qué? Si no lo busco
Y si, ha habido quien lo ofrezca.
He intentado, pero jamás lo he sentido.

Yo no le escribo al amor.
Sólo conozco la atracción,
La atracción que solo dura 3 minutos.

La atracción que rápidamente se desvanece,
Al ver que la víctima caía rendida a mis pies.

Yo no le escribo al amor.
¿Para qué? Si no lo quiero.
¿Para qué? Si no lo necesito
¿Para qué? Si en verdad… en verdad me da mucho miedo.

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