jueves, 22 de diciembre de 2011

El Cascanueces

De pronto, miré mis pies. Tenía mucho tiempo que no les ponía la más mínima atención. Los miré y me sorprendí. En mi mente tenía el recuerdo de haberlos visto lastimados, a veces incluso con sangre y llagas. Ahora no miraba el menor indicio de todo el esfuerzo que se depositaba en ellos; solamente al tratar de poner mi pie en pointe como antaño lo hacía, volví a ver su antiguo carácter. Aún mantenían su fuerza y su postura. Me emocioné.

Tras calentar con la rutina que ya sabía de memoria por tantos años y que no había traído de mis recuerdos desde hacía mucho tiempo, fui por mis adoradas zapatillas de pointe.

Me puse mis punteras de goma, ya un poco viejas y usadas; y mis zapatillas desgastadas por el uso, que enredé alrededor de mis tobillos, con la rutina que ni necesitaba repasar; y las anudé en un moño, como lo hacía antes.

Puse mi canción favorita: ''El Cascanueces'' de Pyotr Tchaikovsky, y me puse a bailar.
Aún recordaba todos los pasos, todos los tiempos, todas las marcaciones. Aún sentía la música, hipnotizante que se transfería a mis pies, que por falta de práctica no soportaban ya el esfuerzo. Mis pies me dolían, pero yo seguía, como si nada pasara. Jamás me he sabido dar por vencida y ¿Por qué iba a hacerlo ahora? ¿En mi propia casa? No, tenía que continuar. La música dio su última nota y yo terminé en mi paso preferido: el arabesque.

El dolor era muy fuerte, me quité mis zapatillas y revisé mis pies rojos, cansados e irritados. Ni modo- Les dije- Bienvenidos de nuevo al trabajo.

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